Niños… otra visión de la #MarchaVida

El pasado domingo acudí a la llamada «Marcha por la vida» en Sevilla. Por puro y simple interés periodístico, la verdad.

En esta marcha se pretendía presionar al gobierno para que se decidiese a aprobar aquel proyecto gallardoniano de ley, por el que volver a la edad media los limitados supuestos (o limitarlos aún más) que criminalizaban cualquier elección libre, en un embarazo no deseado, que se saliese de aquellos casos extremos que unos pocos considerasen justificados.

Y ¿cómo han ejercido esa presión? Con niños. Niños morenos, rubios y pelirrojos al frente de unas ideas que no tienen edad para entender, aún menos para compartir, portando pancartas que a veces miraban por encima con curiosidad por conocer la carga que se les había impuesto. Niños dirigidos para dirigir. Niños subidos a púlpitos desde los que unirse a los gritos de sus padres, que prefieren enseñarles a gritar antes que a pensar. Niños inconscientes, usando sus banderitas como espadas para jugar, pasándose un globo con un mensaje que puede que aún ni siquiera supiesen leer, colocándose lemas como capas con las que jugar a ser superheroes, sin importarles que su texto estuviese al revés… porque no les importa el mensaje, aunque, por satisfacer a sus padres, se quedasen tiesos, sujetando proclamas que les son ajenas, sonriendo, como al que le toca hacer de árbol en la obra del colegio.

Adolescentes, que espero estén recibiendo, aunque sea en el instituto, una buena educación sexual, puestos en el papel de jueces de alguna compañera de clase ya bastante jodida como para encima ser juzgada, obligados a mostrar huchas con las que recaudar un dinero que preferirían gastar en sus primeras juergas, a levantar carteles con una mano, mientras con la otra, cuando logran esquivar la mirada de la autoridad paterna, consultan el whatsapp, o a cargar sobre sus hombros los altavoces por los que sus mayores sueltan sus personales motivos para la protesta: por Dios y la patria.

La religión puede servir para justificar una idea personal, pero, precisamente por lo personal, no puede ser un criterio legislativo, y lo de la patría es mezclar churras con merinas… salvo que les parezca ideal que las inmigrantes aborten (siempre que no sea a través de la sanidad pública española, claro está).

Y éstos son los protectores de la infancia: estas personas que protegen sus ideas a través del escudo que construyen manipulando, exponiendo, instrumentalizando a sus propios hijos.

¿Que si me alegro de haber nacido? Esto me preguntan a veces estos «provida». Me alegro de haber nacido como hijo de unos padres que jamás hubieran usado mi imagen, por muy «mono» que les hubiese salido, para hacer salir su voz de un cuerpo más inocente. No hay nada de inocente en eso. Y si la otra opción es vivir dominado por la necesidad de unos padres sin pudor para manejarme de esta forma, quizás sí, quizás hubiese preferido no nacer…

3 Comentarios

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  1. Si os parece es mejor que los críos crezcan educados por un sistema para ser unos egoístas sin principios más que el «yomime». Es lo que se hace ahora. Ya os quejaréis cuando esa generación de inhumanos os tenga que cuidar en vuestra vejez.

    • Además de educar imponiendo los principios que me de la gana como verdades absolutas o de caracer de principios, existe una tercera opción que consiste en reforzar el sentido crítico, la capacidad de análisis y la libertad de expresión en unos hijos que, así, puedan desarrollar sus propios y verdaderos (no imitativos) principios, sin ser tan fácilmente manipulables como para llegar a representar ideas que ni siquiera están preparados para entender.

  2. Me ha encantado!!
    Los p/madres que adoctrinan a sus hijos y les traspasan posturas e ideales, estan violando, expoliando y usurpando derechos. Esto es algo que viene ocurriendo pero que hoy, mas que nunca, es mas grave si cabe, porque sabemos que el derecho a la vida, implica el derecho a decidir que vida quieres. Y esos/as progenitores, son los primeros en saltarselo.
    Chapeau! ;)




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