¿Acabo de definir «caradura» como un perfil profesional? Sí. Y puede que no se suela utilizar esa palabra, pero estoy seguro de que muchos habéis visto una selección de personal en la que buscaban este perfil. Yo mismo, en un momento dado, he llegado a decir en una entrevista, al preguntárseme sobre mi mejor cualidad, que «tengo mucho morro». Y me dieron el trabajo…
En determinados trabajos de cara al público, en los que no existe tanto una necesidad de formalidad como de simpatía (comercial para particulares, camarero en un bar de copas…), tiende a pensarse que los conocimientos sobre la labor que va a llevarse a cabo pueden adquirirse mediante un proceso de formación interna, y lo que importa es la actitud: una actitud divertida, abierta, sociable, un tanto descarada, con cierta picardía… de caradura. Son personas que, con su encanto, pueden conseguir lo que quieran, y eso es muy útil para la empresa… si quieren lo mismo que la empresa, si no, no.
El riesgo de contratar a alguien con ese carácter en el que no se percibe una vergüenza que pueda frenar las estrategias comerciales, es que, efectivamente, estés contratando a un completo sinvergüenza, en el mal sentido de la palabra.
Si te pasas por una página de empleo tipo infojobs, verás muchas ofertas con requisitos como dinamismo, proactividad, resistencia a la frustración, simpatía… Y eso está bien, aunque, a veces, se olvidan de añadir cosas como responsabilidad, rigor…
El resultado suele ser contratar a un grupo de chavales, de en torno a 20 años, capaces de venderte cualquier cosa, de cuaquier manera… con las mentiras que hagan falta, con una impulsividad desesperada que les haga decir lo primero que se les ocurra, llevándote un montón de ventas que se caen rápidamente, y una muy mala imagen de la empresa…
El otro día, por ejemplo, estaba en un bar. Nos atendió un chico joven, guapo y de carácter agradable y distendido. Antes de pedir las copas, una amiga le preguntó si hacían conciertos alguna vez en ese bar. «Creo que sí, pero ni idea. Yo voy a lo básico: pongo copas» fue su respuesta, acompañada de una bonita sonrisa, eso sí. Si trabajas para una empresa, deberías saber lo que hacen en ella, o, al menos, mostrar interés en averiguarlo cuando sea necesario. «No sabría decirte ahora mismo qué tenemos en la agenda, pero le preguntaré a un compañero y ahora te lo digo» hubiera estado mejor. Luego le preguntamos si tenía una marca de ron (Arehucas) y su ignorancia era la misma, pero nos dio alternativas por si no hubiese. Trajo las bebidas, ya en el vaso (lo de ir con la botella se reserva a los consumidores de gin-tonic, que son más sibaritas), y, al preguntarle, aclaró «sí, es Arehucas». Ni era ese ron, ni el que le habíamos dado como alternativo, sino el primero que pilló (no es deducción sólo de mis papilas gustativas, aunque lo noté. En la cuenta ponía la verdadera marca, aparte de que al pedir la segunda ronda a otro camarero, este se quedó muy extrañado de que nos hubiesen puesto Arehucas antes). Me dio por observarle. Hablaba, demostrando su encanto, con todo el mundo… menos con los clientes, no le fueran a pedir cosas. No trabajaba ni en presencia del jefe (al aparecer éste, se limitaba a esconderse para que no se notase que no estaba trabajando). Cuando nos trajeron la cuenta, no nos quejamos de los tres Barceló, pero sí comentamos que había una coca-cola, que en realidad era otro ron (sí, evidenciamos un error a nuestro favor… somos así de buena gente). Se lo dijimos, y no disimuló que el no lo hubiese hecho, ni siquiera nos agradeció hacerlo.
Y es que, si buscas a un «caradura» para tu negocio, lo más seguro es que lo encuentres…
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