Ale y yo estábamos bien. No se trataba de eso. Pero seguía pensando en Ángel.

No en sentido de estar obsesionada con él ni nada por el estilo, pero, cuánto más lo analizaba, menos entendía que hubiese dejado de hablarme de aquella manera. Podía enfadarse por mis conclusiones precipitadas o por mi falta de memoria. Pero lo cierto es que un día estaba borracha, él acabó en mi casa, y no recuerdo nada de lo que pasó entonces. Aunque hubiese hecho algo mal, enfadarse conmigo podría tener sentido, pero no decirme siquiera por qué… Merecía saber por qué.

Lo verdad es que ni siquiera es que fuese violentamente cortante al intentar hablar con él. Más bien estaba tremendamente esquivo.

Si aparecía en el bar y se daba cuenta de que estaba yo, se iba al terminar la copa (o sin terminarla si adivinaba mis intenciones de acercarme), si le llamaba, no respondía. Debéis recordar que somos vecinos… no es tan fácil esquivarme, pero es que, incluso, un día salimos a la vez a sacar la basura, y volvió a entrar, haciendo como que no me había visto… y aún con la bolsa en la mano.

Cuantas más vueltas le daba, más pensaba en que parecía más avergonzado que enfadado.

Necesitaba saberlo. Merecía saberlo. Y somos vecinos… Llamé al timbre.

Cuando Joel abrió la puerta supe que el intento ya era fallido. Aunque preguntase por Ángel, si él no quería verme, habría sabido dejar instrucciones a su compañero de piso para que me pusiese una buena (o conociendo a Ángel, quizás no tan buena) excusa.

Pregunté por Ángel, me dijo que no estaba y me cerró la puerta en las narices.

Me iba a casa de nuevo… pero algo fallaba… No había pensado bien antes de ir, pero, por la hora, probablemente era cierto que Ángel no estaba en casa. Aún no habría vuelto de la biblioteca en la que trabajaba…

Entonces, ¿por qué esa despedida tan rápida, esos nervios que noté en Joel? Joel sí me saludaba en el bar, sí pasaba por mi casa, incluso, a tomar un café de vez en cuando, al volver con Ruth del trabajo que compartían como comerciales, Joel sí metía las bolsas de basura en el cubo, en vez de pasearlas… Parecía querer asegurarse de que no entraba en la casa, lo cual es lógico si Ángel estaba allí y no quería verme… pero, si no estaba…

Volví, llamé de nuevo, Joel volvió a abrirme, entré, sin pedir permiso… Y ví una figura sentada en el sofá… Me resultaba familiar… muy familiar…

¡¿Raúl?!