Lo de los mil nombres de Francisco empezó como algo casual, pero después, y como casi todo, fue culpa de Ruth…

El día en que Francisco se presentó al puesto, explicó su interés sin llegar a presentarse y me dejó su curriculum, en el que leí su nombre. «¿Francisco, Paco…?» le pregunté y me respondió con un, bastante seco, «como quieras». Cuando alguien me dice su nombre, sin especificar diminutivo de preferencia, entiendo que lo correcto es usar el nombre completo, pero Ruth consideró que era demasiado largo y le preguntó si le importaba que le llamase Paco. Rebeca, en un «y yo más» de los suyos, redujo las dos sílabas a una sola y optó por llamarle Fran.

A partir de ese momento, Ruth decidió fomentar que cada empleado de La Charade le llamase de una forma diferente. Ni Andrés ni los porteros tenían mucho contacto con él, por lo que no sé ni qué nombre eligeron, Antonio le llamaba Pancho, Renata eligió Kiko, a Herminia (clienta, por desgracia, habitual, antigua compañera del centro en el que estuvimos ingresadas las 4 socias y amiga de Francisco) le había escuchado (aunque esto es casual, pues no estaba ella en la broma) referirse a él como Francis, Clara, que tampoco había tenido mucho contacto con él hasta que empezó a limpiar las habitaciones, a falta de nombres, le llamaba «jefe» (lo era en el hostal), y Raúl se había empeñado en no usar ningún nombre hasta que él dijese cuál prefería (cosa que parecía improbable a esas alturas) y se dirigía a él como «tú», «chaval» y cosas así.

Francisco era un hombre interesante, muy inteligente y borde como él sólo, lo que en él resultaba misterioso. No me atraía en absoluto ni yo a él, pero nos entendíamos muy bien. Con mi hermano también se entendía bien, pero…

Lo cierto es que, aparte del nombre, había muchas cosas que no sabíamos de Francisco: nunca me habló de su familia, no me constaban más amigos que Herminia (y tampoco parecía que lo fuesen tanto), tampoco sabía si tenía pareja o, ni siquiera, de qué sexo sería en caso de tenerla… pero, de la misma forma en que me sentía completamente segura de que yo no le atraía, podía ver detalles sutiles (todo en Francisco es bastante sutil) que me hacían pensar que Raúl sí podría interesarle de esa forma…

A partir del momento en que llegué a esa conclusión, empecé a intentar hacer de celestina. Básicamente, me comportaba como una adolescente que iba preguntando insistentemente, y con cierto pavo, a cada uno de ellos qué opinaba del otro.

Francisco se limitaba a ignorarme con descaro. Creo que le incomodaba un poco, lo cual me daba más esperanzas, aunque en él es difícil distinguir la incomodidad del aburrimiento o de las ganas de ir al baño… no es la persona más expresiva del mundo.

Raúl sí llegó a mostrarse mucho más claramente molesto…

Raúl: ¿Quieres dejar de hablarme ya de ese hombre?
Rita: En algún momento tendrás que seguir con tu vida
Raúl: Estoy siguiendo con mi vida…
Rita: Ya sabes a qué me refiero. Entiendo el duelo: yo perdí a mis padres hace poco, pero sé que querrían que lo superase y Cristóbal también querría que lo hicieses tú
Raúl: Nadie te está pidiendo a tí que sustituyas a tus padres por otros. No me ha dejado el novio, mi marido murió y sigo con mi vida, pero no voy a sustituirle. No puedo hacerlo. Ni quiero hacerlo.
Rita: En parte ya le estás sustituyendo, sólo que por la persona equivocada.
Raúl: ¿Se puede saber qué significa eso?
Rita: Pasas mucho tiempo con Ángel…
Raúl: ¿Con mi heterosexual amigo Ángel? Pues sí…
Rita: El heterosexual es él, no tú.
Raúl: ¿Estás celosa?
Rita: No, yo estoy con Ale
Raúl: Ya, bueno, si vamos a opinar tan libremente de la vida del otro, te diré que la tuya es como una de esas series que abusan de las tensiones sexuales no resueltas. Ale es la transición, para despistar, pero todos los espectadores sabemos que acabarás con Ángel
Rita: Mi vida no es una serie…
Raúl: Ni la mía un libro de Danielle Steel, así que no me sueltes gilipolleces cursis sobre lo que querría Cris.

Compararme con una escritora americana, en la que se basan la mitad de las películas cursis de Antena 3 a la hora de la siesta, siempre será una buena forma de callarme… Así que dejé de insistir… pero algo pasó. No sé qué, no sé cómo, no sé con qué importancia… pero algo pasó…

Conozco a Raúl. Sé que si hace una promesa, la cumple y prometió que no llamaría a Francisco (yo voy a seguir llamándole así) de ninguna manera si él no se lo pedía, y también sé que Francisco no lo diría fácilmente… Pero una mañana mi hermano se levantó con prisas y salió de casa diciendo: «¡Llego tarde! Curro me va a matar»…