Recuerdo con todo lujo la primera vez que besé a una chica…
Un juego absurdo de palabras, seguido de una sonrisa y una larga e intensa mirada que me llegó al alma.
De pronto, miré esos labios, carnosos… no podían ser de otra forma y esa mirada, brillante, intensa, desgarradora… me moría por devorarla y no supe, o no quise, contener mi deseo.