Uno de los mecanismos patriarcales más estudiados en el feminismo, de una u otra forma, con ese nombre o con otros, es la vergüenza.
A las mujeres se les enseña a ser «discretas», a avergonzarse de sus ideas, a considerarlas algo poco relevante que deben guardar para ellas. Se les enseña a negar su sexualidad, sometida así a la de los hombres, a renunciar a su propio deseo, desde esa misma vergüenza.